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JUAN E. HOHBERG

 

Nacido el 8 de octubre de 1927 (08/10/27), en Córdoba (Argentina)


La estampa de Juan Eduardo Hohberg a mediados de la década del 50. Un jugador vigoroso, potente, de gran exhuberancia física y poseedor de un remate impresionante. Aquí con la camiseta celeste. Fue un futbolista adorado por los hinchas de su equipo y respetado por sus adversarios.

Hohberg -por su picardía innata, su juego contundente, sus goles impactantes, su irrenunciable coraje- era un permanente espectáculo vital: era, sí, la vida misma.
Querido por sus compañeros, respetado por los rivales, adorado por sus fanáticos y reconocido por las hinchadas contrarias, su paso por el fútbol de varías latitudes -dentro y fuera de la raya de cal- lo ubica entre los grandes de todos los tiempos.
Juan Eduardo nació en la Córdoba argentina, el 8 de octubre de 1927, en estancia heredada por su padre del abuelo Rodolfo Hohberg, un alemán que buscó en América la verdad de "la tierra prometida". Su progenitor era aficionado al fútbol, y presidía y apoyaba al Club Guíense que congregaba a varios elementos de pueblos próximos a aquel Alejo Ledesma que distaba 40 kilómetros de la capital .
Pero Don Pablo casi no tuvo tiempo de contagiar a su hijo esa gran pasión: cuando éste contaba apenas tres años, falleció a poco de cumplir su tercera década.
El dramático trance obligó a cambiar el rumbo de la familia. Doña Angela Roca dispuso el traslado a Rosario, al pasar la estancia a sucesión.
Allí despertaría la vocación futbolera del chico. Impresionado tal vez por la fama de los notables arqueros argentinos de los 30 -a los que observaba con la ñata contra el alambrado- quiso atajar como Gualco o como Bello. Así, cuando en el barrio se crea el modesto "Argentino", reclama la plaza de cuidavalla... que conserva hasta que "uno más grande" -Lencina- lo desplaza de la titularidad . Queda de suplente; y en un Campeonato de Menores organizado por Central Córdoba en las afueras de Rosario, como sólo hay once jugadores justitos para enfrentar al Sparta por el torneo de sexta división, lo colocan de centro delantero: convierte dos goles y dice adiós al arco. (Curiosa coincidencia con los principios de "Perucho" Petrone, el glorioso artillero celeste, que empezó de golero y se consagró como eje y goleador de históricas delanteras orientales).
Hohberg debuta en la primera de Central Córdoba a los 16 años, y anuncia su futuro. Es inmediato el interés de varios clubes porteños y rosarinos por obtener el concurso del promisorio valor. Detrás de él andan Boca y Huracán, Newell's Old Boys y Rosarío Central: finalmente, éste triunfa en la puja y el muchacho pasa a ganar un sueldo de lujo: 400 pesos mensuales. Los "canallas" de Arroyito entran en la quinta posición en el Campeonato Argentino de 1947, y viajan a Montevideo para participar de un hexagonal nada menos que junto a Peñarol, Nacional, River Plate, Boca Juniors, y Newell's. Juegan contra los albos y ganan por 4 a 2. Hohberg, con un brazo entablillado anota dos tantos. Culminan campeones.
 

DEBUT FRENTE A LOS ALBOS

Viste por primera vez la aurinegra en match de reservas con Nacional, que se alza con la victoria por 3 a 2. Pero, una semana más tarde, alista en el primero y Peñarol bate a Rampla Juniors con dos tantos de su cosecha. Empieza a mostrar las uñas de guitarrero, y casi enseguida estalla la huelga de jugadores que cubre parte del 48 y el 49. Tras la reanudación de la actividad, el húngaro Emérico Hirsch asume la dirección técnica del plantel carbonero, y forma la delantera "5 estrellas": Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal. Peñarol se impone, invicto, en tres torneos. Nadie duda -ante la obligada deserción, por suspensión reglamentaria, de Walter Gómez- que ése ha de ser el quinteto ofensivo uruguayo en el Mundial del 50. Se abren gestiones para nacionalizar a Hohberg: todas infructuosas. Será así el gran ausente en la legendaria tarde de Maracaná.
  

Un momento de euforia en el vestuario de Peñarol con la figura de Hohberg, cuándo no, como protagonista máximo. Detrás suyo, poniéndole una mano en el hombro, el Dr. José Nozar. Sentado  a su izquierda, el también legendario equipier y ex futbolísta aurinegro, Juan Delgado. Hohberg luce una muslera en su pierna derecha: ¡tantas veces jugó lesionado!

LA REVANCHA DEL 54

Pero no se aleja de sus más íntimas ilusiones, la esperanza de defender a la casaquilla celeste en una justa universal. El deseo se concreta en el Mundial de Suiza. Contra los increíbles húngaros del 54 -"el mejor team que vi en mi vida ", declararía siempre- Uruguay pierde su condición de invencible en certámenes de esa jerarquía, y cae por "score" olímpico. Son de Hohberg los dos goles nuestros.
Tras la segunda anotación, un desmayo le paraliza por segundos el pulso: pero se levantará y seguirá en la lucha, en un período complementario patético como ningún otro en los anales de nuestro balompié. Dirigentes europeos presentes en Suiza, vuelven a sus lares con la obsesión de contratarlo. Roma y Juventus se lanzan en su búsqueda: pero Peñarol lo declara intransferible, frustrándose así una casi segura transferencia al terciar el Reims de París. En el 58, Enrique Fernández lo llama desde el Sporting de Lisboa: practica y gusta, pero la cuota de jugadores extranjeros ya está excedida y vuelve a Peñarol.
El regreso se torna dantesco. Con su señora y su pequeño hijo José Pablo, partieron, de Portugal en un DC-6. Luego de etapas donde el aparato acusó diversas fallas mecánicas, terminaron milagrosamente a salvo a la vista de Isla Grande, cerca de Río, gracias a la pericia del Comandante de la nave, que evitó sacar el tren de aterrizaje para caer en el agua e intentar después frenarse en la arena.
El accidente lo impacta de tal manera, que decide abandonar el fútbol y aceptar un puesto de cobrador en UTE: pero la torcida aurinegra se opone a esa determinación e inicia una campaña "Por la recuperación de Hohberg", a través de un libro que pueblan miles de firmas. Conmovido por semejante adhesión, reingresa a los vestuarios del Centenario, para retomar aliento en la reserva y reaparecer algo después en la primera. Es el año 58, y Nacional aventaja a Peñarol en el puntaje del Uruguayo; pero finalmente, la delantera integrada por Coccinello, Heinz, Hohberg, Roberto García y Borges descuenta posiciones y finaliza al tope de la tabla. Se repite el suceso en los dos años siguientes, y las once estrellas se consagran Campeones de América. Pierden la lntercontinental ante el Real Madrid: por última vez, en setiembre del 60 la malla oro y negra cubre el pecho de Juan Eduardo Hohberg.

BIENVENIDA AL TECNICO

En los capítulos siguientes de su vinculación con el fútbol, el "curriculum" de Juan Eduardo Hohberg registra la alternancia de nombres de prestigiosas instituciones a las que brindó su autoridad y su responsabilidad al servicio de la Dirección Técnica. El Cúcuta de Colombia inició la nómina: allí fue primero jugador a la orden de nuestro compatriota "Pepe" Etchegoyen, hasta la renuncia de éste; y los propios compañeros del plantel le pidieron que aceptara la conducción del equipo. Aceptó sin colgar definitivamente los zapatos y estuvo hasta el 64.
Discrepancias con la directiva lo alejaron del Cúcuta y no tardó en enrolarse en el Atlético Nacional de Medellín, también como defensor circunstancial de sus colores y, esencialmente, como "coach". A finales del regresó a Montevideo para Racing, donde alcanzó a jugar un partido con una ficha médica preventiva. Un empate cerrado, y el último partido del "Codobés" en el círculo privilegiado. Un aviso del corazón alertó a la Comisión Nacional de Educación Física, que le negó la ficha para continuar "cancha adentro".
Más adelante en extensa lista, figurarán el Panathinaikos de Grecia; nuestros Rampla Juniors y Bella Vista; Peñarol, Sport Boys de Perú, el mexicano San Luis de Potosí, el Universitario de Lima, el Atlético Español del balompié azteca, Alianza de Lima... Y también Nacional, donde con clara conciencia profesional atendió su función rectora.
En la dilatada carrera de DT., los claroscuros se sucedieron confirmando una invariable tradición del cargo: pero, en un balance desapasionado y justo, los lauros conquistados fueron muchos más que los infaltables reveses.

CON LA BRUJULA DE LA SELECCION

Convocado para México ´70 al frente de la embajada celeste, Hohberg cumplió una muy aceptable labor. El equipo llegó a semifinales, donde perdió un partido imposible con Alemania por 1 a 0. La cantidad de ocasiones de gol malogradas en las jugadas quizás no tengan antecedentes comparables: se nos escapó un tercer puesto lo que habría sido un buen colofón; el mismo 4º fue gratificante. En el 78, se le eligió para conducir a la oncena seleccionada con vistas al Mundial de Argentina.
Sensacionales aprontes en amistosos que precedieron a las eliminatorias, mostraron a un gran candidato al título: 6 goles a lndependiente nada menos que el Rey de Copas,4 a Cruzeiro, eran una carta de crédito valiosísima. Pero una amarga realidad nos golpeó cuando Bolivia nos rapiñó la clasificación. Hohberg no lo escapó al bulto, asumió su cuota de responsabilidad en la decepción, pero advirtiendo que volvería a designar los mismos protagonistas en el trance de preparar otra selección nacional.

EL REPOSO DEL GUERRERO

En tierra incaica, el destino le pitó el final de la partida. Pero su historia tendrá un alargue sin limitación en el tiempo. Seguirá estando en las peñas futboleras para deleite de memoriosos, y para saciar la curiosidad de los jóvenes; que querrán saber, siempre más de este HOMBRE que disparó cada shot con el alma, que ofrendó sus goles a la leyenda celeste y a la crónica peñarolonse, pero que, por sobre todo, eso, fue un ser querido dondequiera fuera.
Se llamó Juan Eduardo Hohberg y acaba de ingresar a la galería de inmortales del libro del fútbol mundial.

 EL PAÍS
5 de mayo de 1996
Segunda Sección págs. 10 y 11.


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Hohberg posando en el estadio (24 KB)


Hohberg previo a la primera semifinal contra San Lorenzo por la copa del ´60 (95 KB)